EUCARISTIA
Si es verdad que el amor, o mejor, la caridad de Cristo nos urge, ¿cómo no nos esforzaremos por hacerla arder y fecundarla recurriendo a Jesús, a la fuente viva y eterna de la misma Caridad, que es la Eucaristía?
"Sin mí nada pueden hacer", ha dicho Jesús.
Necesitamos a Jesús. Todos los días. Y no fuera de nosotros, sino dentro de nosotros, espiritualmente y sacramentalmente. El será nuestra vida, nuestro consuelo y nuestra felicidad. Todo debe estar basado en la Eucaristía, pues tanto para nosotros como para nuestros queridos pobres no hay otra base ni otra vida. Sólo en el altar y en la mesa de ese Dios que es humildad y caridad aprenderemos a hacernos niños y pequeños para con nuestros hermanos y a amarlos como quiere el Señor.
Sin jamás forzar a nadie. Pero hablando con el amor de Dios en el corazón y en los labios, con expresiones sentidas que tocan y convencen y transportan; después Nuestro Señor se encargará de transformarnos y transfigurarnos en Él, a nosotros y a nuestros queridos pobres. Él será la vida, el consuelo y la felicidad de nosotros y de aquellos que su mano conduzca hasta nosotros.
Sólo así llegaremos a ser un solo corazón con Jesús y con nuestros hermanos, los pobres de Jesús. No basta pensar en darles el pan material; antes del pan material tenemos que pensar en darles el pan eterno de vida, que es la Eucaristía.
Para permanecer en el Señor es necesario que el Señor venga a nosotros frecuentemente y, si es posible, todas las mañanas.
Cada día el cuerpo siente necesidad de alimentarse; ¿no sentirá necesidad también el alma de su propio Pan, del "pan vivo bajado del cielo", que es para nosotros - como escribía san Ignacio - "remedio de inmortalidad"? Los jóvenes serán honestos si son piadosos, si frecuentan bien los santos Sacramentos.
"Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él", ha dicho Jesús. ¿Qué mejor que permanecer nosotros en el Señor y el Señor en nosotros? Ánimo, queridos míos, ¡la Caridad de Cristo nos urge!
La mejor caridad que se puede hacer a un alma es darle a Jesús! Y el consuelo más dulce que podemos dar a Jesús es darle un alma.
En esto consiste su Reino.
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En Lettere di Don Orione, I, pp. 536 ss. Tomado de una carta vibrante escrita el 4 de enero de 1926 a sus sacerdotes.
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