"¡Instaurare omnia in Christo!
18 de enero de 1905.
Fiesta de la Cátedra de San Pedro Apóstol, en Roma.
Venerado Padre mío en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado (Mons. Bandi)
Desde hace más de diez años, es decir desde sus comienzos, la humilde Congregación «Obra de la Divina Providencia», que Dios en su bondad hizo nacer a sus pies y en esta ciudad de San Marciano, tomó como lema y programa el «Instaurare omnia in Christo» del Apóstol (Ef. 1,10), por mandato del Señor, según creemos.
Este lema es nuestro sello, impreso como membrete en nuestros papeles y escrito en rojos y brillantes caracteres en los estandartes y banderas que adornan y flamean en las Casas de la Divina Providencia, para las grandes fiestas.
Ese «Instaurare omnia in Christo» base y fundamento, por así decirlo, de la Regla que su Excelencia Reverendísima se dignara aprobar, por la gracia de Dios, está en el corazón de todos los que son Hijos de la Divina Providencia: diariamente, en ésta y en todas las Casas de la Obra, los miembros de la Congregación y los jóvenes alumnos de nuestros Institutos de educación cristiana y de las Colonias Agrícolas, lo repiten antes y después del trabajo y durante los ejercicios piadosos. Puesto que el «Instaurare omnia in Christo» ha sido siempre casi como una invocación, la idea que compendia toda la misión y los sacrificios de la Obra, la contraseña, la luz que vivifica, resalta y señala plenamente el fin de nuestro vivir y actuar en común, el anhelo de nuestra vida y de nuestra muerte; en la intención de dirigir a Dios una ofrenda, una aspiración, una oración, un deseo ardiente de que en Jesús Nuestro Señor se renueve el hombre todo, y la humanidad entera.
El día en que por gracia de Dios pude emitir los Santos Votos religiosos en las manos veneradas de Su Excelencia (abril de 1903), yo imploré, oh mi queridísimo Padre en el Señor, que para hacer más eficaz y meritorio en nosotros y las almas el «Instaurare omnia in Christo», enriqueciera con alguna indulgencia este dicho de San Pablo, que nosotros adoptamos, como una aspiración que el Apóstol escribiera bajo la luz del Espíritu Santo; y Su Excelencia se mostró muy bien dispuesto en ese momento, pero luego tuve que ausentarme y todo quedó allí.
Excelencia, permita Usted que reitere ahora humildemente esa antigua petición, de rodillas a sus pies, en mi nombre y en el de todos mis hermanos en religión, en nombre de nuestros jóvenes y de tantos bienhechores y amigos de la Obra, e insistente y apasionadamente implore por el amor de Nuestro Señor Crucificado y por Nuestra Madre Misericordiosa, la Virgen Santísima que se digne Usted enriquecer con todos los tesoros espirituales, de los que pueda disponer, las palabras «Instaurare omnia in Christo» del Apóstol Pablo, cuando las pronuncien una o varias personas, la frase entera o que varias personas pronuncien las palabras por separado, como se acostumbra en las Casas de la Congregación, cuando alguien dice: «Instaurare omnia» y todos responden: «¡in Christo!», como una aspiración y un voto de nuestras almas, que Cristo Resucite en todos los corazones y en Él se renueve todo el hombre y todos los hombres.
Algunos años después, el S. Padre Pío X asumió el «Instaurare omnia in Christo» con inmenso e indecible consuelo nuestro, los de la Providencia, y lo lanzó al mundo entero como su primera palabra y programa de todo su glorioso pontificado.
Gracias, venerado Padre mío, por este gesto de afecto paternal hacia la Obra de la Divina Providencia, y por el importantísimo consuelo y aliento que este gesto significará para nuestros amigos y bienhechores y tantas almas piadosas dentro de la diócesis y fuera de ella.
Y diré además, buen padre mío, que la inspirada expresión del Apóstol, -convertida en aspiración de fe y de esperanza religiosa, enriquecida con el tesoro espiritual de la indulgencia-, a la par que expone lo que más necesita el mundo, será como un eco del corazón de los hijos a los deseos del Santo Padre Pío X y los unirá aún más a él, y ésta es, precisamente, la intención de nuestra Congregación.
El «Instaurare omnia in Chisto» expresará toda nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor; será el saludo que promete el amanecer de Dios sobre nosotros, de una aurora que anuncia tiempos mejores; tiempos en los que Cristo viva, reine, triunfe, en todos y en todo".
Lettere I, 43-46.
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18 de enero de 1905.
Fiesta de la Cátedra de San Pedro Apóstol, en Roma.
Venerado Padre mío en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado (Mons. Bandi)
Desde hace más de diez años, es decir desde sus comienzos, la humilde Congregación «Obra de la Divina Providencia», que Dios en su bondad hizo nacer a sus pies y en esta ciudad de San Marciano, tomó como lema y programa el «Instaurare omnia in Christo» del Apóstol (Ef. 1,10), por mandato del Señor, según creemos.
Este lema es nuestro sello, impreso como membrete en nuestros papeles y escrito en rojos y brillantes caracteres en los estandartes y banderas que adornan y flamean en las Casas de la Divina Providencia, para las grandes fiestas.
Ese «Instaurare omnia in Christo» base y fundamento, por así decirlo, de la Regla que su Excelencia Reverendísima se dignara aprobar, por la gracia de Dios, está en el corazón de todos los que son Hijos de la Divina Providencia: diariamente, en ésta y en todas las Casas de la Obra, los miembros de la Congregación y los jóvenes alumnos de nuestros Institutos de educación cristiana y de las Colonias Agrícolas, lo repiten antes y después del trabajo y durante los ejercicios piadosos. Puesto que el «Instaurare omnia in Christo» ha sido siempre casi como una invocación, la idea que compendia toda la misión y los sacrificios de la Obra, la contraseña, la luz que vivifica, resalta y señala plenamente el fin de nuestro vivir y actuar en común, el anhelo de nuestra vida y de nuestra muerte; en la intención de dirigir a Dios una ofrenda, una aspiración, una oración, un deseo ardiente de que en Jesús Nuestro Señor se renueve el hombre todo, y la humanidad entera.
El día en que por gracia de Dios pude emitir los Santos Votos religiosos en las manos veneradas de Su Excelencia (abril de 1903), yo imploré, oh mi queridísimo Padre en el Señor, que para hacer más eficaz y meritorio en nosotros y las almas el «Instaurare omnia in Christo», enriqueciera con alguna indulgencia este dicho de San Pablo, que nosotros adoptamos, como una aspiración que el Apóstol escribiera bajo la luz del Espíritu Santo; y Su Excelencia se mostró muy bien dispuesto en ese momento, pero luego tuve que ausentarme y todo quedó allí.
Excelencia, permita Usted que reitere ahora humildemente esa antigua petición, de rodillas a sus pies, en mi nombre y en el de todos mis hermanos en religión, en nombre de nuestros jóvenes y de tantos bienhechores y amigos de la Obra, e insistente y apasionadamente implore por el amor de Nuestro Señor Crucificado y por Nuestra Madre Misericordiosa, la Virgen Santísima que se digne Usted enriquecer con todos los tesoros espirituales, de los que pueda disponer, las palabras «Instaurare omnia in Christo» del Apóstol Pablo, cuando las pronuncien una o varias personas, la frase entera o que varias personas pronuncien las palabras por separado, como se acostumbra en las Casas de la Congregación, cuando alguien dice: «Instaurare omnia» y todos responden: «¡in Christo!», como una aspiración y un voto de nuestras almas, que Cristo Resucite en todos los corazones y en Él se renueve todo el hombre y todos los hombres.
Algunos años después, el S. Padre Pío X asumió el «Instaurare omnia in Christo» con inmenso e indecible consuelo nuestro, los de la Providencia, y lo lanzó al mundo entero como su primera palabra y programa de todo su glorioso pontificado.
Gracias, venerado Padre mío, por este gesto de afecto paternal hacia la Obra de la Divina Providencia, y por el importantísimo consuelo y aliento que este gesto significará para nuestros amigos y bienhechores y tantas almas piadosas dentro de la diócesis y fuera de ella.
Y diré además, buen padre mío, que la inspirada expresión del Apóstol, -convertida en aspiración de fe y de esperanza religiosa, enriquecida con el tesoro espiritual de la indulgencia-, a la par que expone lo que más necesita el mundo, será como un eco del corazón de los hijos a los deseos del Santo Padre Pío X y los unirá aún más a él, y ésta es, precisamente, la intención de nuestra Congregación.
El «Instaurare omnia in Chisto» expresará toda nuestra fe, nuestra esperanza, nuestro amor; será el saludo que promete el amanecer de Dios sobre nosotros, de una aurora que anuncia tiempos mejores; tiempos en los que Cristo viva, reine, triunfe, en todos y en todo".
Lettere I, 43-46.
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“En los siglos anteriores al nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, la obra de la Divina Providencia estaba destinada a disponer a la humanidad para recibir a Jesucristo el Redentor; después de la venida del Señor, en el decurso de los siglos en que la Santa Iglesia milita sobre la tierra, la obra de la Divina Providencia consiste en «Instaurare omnia in Christo»: es decir, iluminar y santificar a las almas en el conocimiento y en la caridad de Dios, y fundar gradualmente todas las instituciones y cosas, -aún las pertenecientes a la sociedad visible de los hombres-, en Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, haciéndolas entrar en el espíritu y en la vida del Catolicismo, para que ocupen su respectivo lugar en él, establezcan un orden perfecto en la sociedad humana y sirvan a la gloria de Dios, uniendo toda la humanidad en un cuerpo único, la Santa Iglesia Católica –constituida por Nuestro Señor Jesucristo bajo la potestad sagrada de los Obispos, en unión y dependencia de la sagrada y suprema potestad apostólica de Pedro, que es el Romano Pontífice–, precisamente para que de todas las personas e instituciones humanas, se haga un solo rebaño bajo la guía de un solo Pastor: «ut fiat unum ovile et unus Pastor».”
Lettere I, 14
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Lettere I, 14
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Qué significa para Don Orione "Hacer de Cristo el corazón del mundo"
Para Don Orione, la Divina Providencia es Dios mismo que, a través de toda la historia, realiza su designio en orden a la salvación, en orden a la redención. Don Orione habla siempre y sólo de Cristo; toda la historia que precede a Cristo está ordenada a Cristo y toda la historia que le sigue está ordenada a una recapitulación de todo en Cristo Jesús. El “Instaurare omnia in Christo” paulino quiere decir reunir en Cristo (la cabeza) toda la creación, todas las cosas.
La visión de Don Orione es de una amplitud, de una vastedad insuperable: abraza todo, es toda la obra de Dios. Obra de la Divina Providencia es la historia misma en cuanto finalizada, en cuanto que tiende a la unidad de todo en Cristo Jesús. La pregunta es: ¿cómo Don Orione ha tenido una visión así de amplia y ha querido ponerse al servicio de ella? ¿no es presunción?
Pero esta visión de Don Orione la justifica su gran humildad que no le permite elegir menos de aquello que ha elegido Dios, él identifica su voluntad con la voluntad misma de Dios que quiere esta salvación universal.
Ciertamente la llama “pequeña” (Pequeña Obra de la Divina Providencia), que no sustituye la obra de Dios, y por eso él querrá la más perfecta obediencia, veneración y dependencia del Papa y de los obispos.
Don Orione habla de Divina Providencia cuando se trata del designio fundamental de Dios, de llevar todo a Cristo; pero en lo referente a su vida interior debemos detenernos en Cristo. La experiencia religiosa de Don Orione implica un encuentro con Jesucristo. Si al principio está la Divina Providencia, al final está Jesús. Don Orione muere pronunciando su nombre.
La comunión con Cristo, el conocimiento de Cristo, la profunda intimidad con Jesús determina toda la vida espiritual y la obra de Don Orione.
Se dice que los polos de la espiritualidad de Don Orione son el Papa y los pobres. ¡No! Ni el Papa ni los pobres. Ama al Papa, lo obedece y se pone a su servicio porque el Papa es Jesucristo. Lo mismo en cuanto a los pobres: él ve en ellos a Jesús. Él ama a Jesús, por eso ama al Papa y a los pobres. Ama a Jesús…
No existe un amor de Dios y un amor del prójimo. Existe el amor por Cristo: yo amo al prójimo en Cristo y a Dios en Cristo. La caridad no puede tener dos objetos diversos, la caridad de por sí une. En Cristo me uno a toda la humanidad porque Él la hizo una consigo. Del mismo modo no puedo pretender amar a Dios prescindiendo del amor a Cristo. El único modo por el cual podemos acceder a Dios es el modo que Él ha elegido para acceder a nosotros: la encarnación.
El centro de la espiritualidad de Don Orione es Cristo. Don Orione, abrazando a Cristo ha abrazado todo y por esto mismo no puede envejecer. Abrazando todo, el orionino no se siente ligado a una obra particular, se siente ligado solamente a un amor que no excluye ninguna obra y responde a las necesidades de los tiempos.
Don Orione dice muchas veces que el fin de la Congregación es “amar a Jesús y hacerlo amar”. Jesús está siempre en el centro. Si nosotros olvidamos esto somos infieles a Don Orione.
¿Qué quiere decir para Don Orione “amar a Jesucristo”? Quiere decir: “vivir en Cristo Jesús, vivir de Cristo Jesús, vivir por Cristo Jesús”, en definitiva: “vivir Jesús”, que quiere decir imitarlo y transformarnos en Él. No es un amor cualquiera, para Don Orione, es una amor en el cual se resuelven todos los otros amores. Toda la vida es amor, pero toda la vida es amor porque es amor por él, por Jesús. El amor a Cristo es su misma vida. No tiene otra vida, él debe vivir en Jesucristo.
El santo es más santo cuando menos vive una vida propia, cuanto más se deja poseer por Dios.
Don Orione ve a Cristo como el mediador, porque como mediador es el salvador del género humano; naturalmente no puede verlo como mediador sino reconociendo su divinidad, pero reconociendo también que esta divinidad está unida a la humanidad: es el Verbo encarnado.
“Amor a Dios y amor al prójimo: dos llamas de un solo sagrado fuego”.
El Papa Juan Pablo II, en el mensaje enviado a la Congregación en ocasión de los 50 años de la muerte de Don Orione, ha dicho: “Eligiendo como lema programático para su familia religiosa Instaurare omnia in Christo, Don Orione quiere hacer de Cristo el corazón del mundo, después de haberlo hecho el corazón de su corazón”.
Don Orione verdaderamente hizo de Cristo el corazón de su corazón, el corazón de su proyecto de santidad, el corazón de su programa apostólico. Nos toca a nosotros ahora recorrer el mismo camino, volviendo la mente y el corazón a Cristo para restituirle en nosotros y en el mundo el lugar que le corresponde, el lugar de aquel que es la razón de todo.
1 comentario:
hermana jesùs: muy bueno el tema, realmente para mì es màs còmodo leer desde esta pàgina web, que desde apuntes,ojalà siga enseñàndonos, algo de lo mucho que usted sabe, realmente es de gran valor sus enseñanzas, gracias en nombre del equipo de conducciòn del MLO.
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