martes, 26 de abril de 2011

La victoria final es de Cristo...

Don Orione escribe para la Pascua de 1936 a sus bienhechores y amigos. Visión profética de un mundo renovado por Cristo, defensor de los oprimidos y los pobres.

¡Cristo ha resucitado! Que resucite también en nosotros si hemos desfallecido en el camino: viva en nosotros con su gracia, y nosotros vivamos en El y por El, ya que fuera de Él no hay vida ni consuelo que valgan.
¡Vivir en Cristo y hacer vivir a todo el mundo de Cristo! Que la victoria del Señor sea también nuestra victoria, y la muerte sea también para nosotros un paso a la vida nueva, y haga algún día radiante este cuerpo que la tumba sólo recibirá en depósito pasajero.
¡Cristo ha resucitado! Y está en medio de nosotros, está siempre con nosotros, para enjugar toda lágrima y transformar en amor todos los sufrimientos.
Levantemos, hermanos, la mirada de la fe: Cristo viene viviente con los vivientes a darnos vida con su vida en la efusión copiosa de la redención. Avanza radiante, envuelto en su gran manto de misericordia, amable y poderoso, "coronado con signos de victoria".
Avanza al clamor angustioso de los pueblos: Cristo viene trayendo a la Iglesia en su corazón, y en sus manos las lágrimas y la sangre de los pobres: la causa de los afligidos, los oprimidos, las viudas, los huérfanos, los humildes, los marginados.
Y detrás suyo se abren nuevos cielos: es como la aurora del triunfo de Dios. Son pueblos nuevos, nuevas conquistas; es todo un triunfo jamás visto de la caridad grande y universal, pues la victoria final es suya, de Cristo, y Cristo vence en la caridad y la misericordia.
El futuro le pertenece a El, a Cristo, Rey invencible; Verbo divino que regenera; Camino de toda grandeza moral; Vida y fuente viva de amor, de progreso, de libertad y de paz.
¡Cristo ha resucitado, exultet! (…)
Goce toda la tierra, inundada de tanto fulgor y, libre de las tinieblas del mundo, se sienta por fin libre y salvada: que conozca a Cristo, respire el Espíritu de Cristo y lo viva, con un gran amor a Dios y a los hombres, en la ciencia de la caridad.(…)
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya!

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