jueves, 21 de abril de 2011

Meditación para el Viernes Santo

LAS SIETE PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ


I. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»
Sabiendo o no sabiendo lo que hacemos,
sabemos que nos amas,
porque ya hemos visto tus maneras
en los ojos y en la boca de tu Hijo Jesús.
Ya no eres más para nosotros el Dios terrible.
¡Sabemos que eres Amor!
Sabemos que no sabes castigar...
Tú eres un Dios vencido en la ternura.
Tú esperas siempre, Padre, y acoges y restauras la vida
hasta de los asesinos de tu Hijo
(que somos todos nosotros).
¡Perdónalos! ¡Perdónanos!
Atiende este pedido de tu Hijo en la cruz,
prueba mayor de tu amor de Padre.
¡Y acógenos, oh Padre, oh Madre, oh cuna, oh casa
de cuantos retornamos buscando tu abrazo!

II. «En verdad te digo: hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso»
Tu corazón sin puertas, siempre abierto,
¡qué fácil es robarte el Paraíso!
Bandidos todos nosotros,
depredadores
del Cosmos y de la Vida,
sólo podemos salvarnos
asaltándote, Cristo,
en nuestro «hoy» diario-
esa Misericordia que chorrea en tu sangre...
¡Tú eres el Camino y la Llegada!

III. «¡Mujer, he ahí a tu Hijo! ¡He ahí a tu madre!»
Por causa de ese Hombre, el más totalmente humano,
¡tú eres la bendita entre todas las mujeres!
Madre de todas las madres, dulce Madre nuestra,
¡por causa de ese Hijo, hermano de todos!
Queremos ser discípulos amados,
¡oh Maestra del Evangelio!
Queremos ser herederos de Jesús,
oh Madre, ¡vida de la Vida!

IV. «Dios mío, Dios, mío, ¿por qué me has abandonado?»
Todos nuestros pecados
se hacen hematoma en tu Carne, oh Verbo.
En tu soledad se refugian
todas las soledades de la Historia Humana...
-Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué nos abandonas
en la duda, en el miedo, en la impotencia?
Es la hora de las tinieblas, del silencio del Padre,para su Hijo.
Es la hora de la fe, oscura y desnuda,
del silencio de Dios, para todos nosotros...

V. «¡Tengo sed!»
Tú tienes sed ¿de qué, oh Fuente Viva?
En el manantial quebrado de tu Cuerpo
los ángeles se sacian.
Y todos los humanos
bebemos en tus ojos moribundos
la luz que no se apaga.
¡Danos sed de la sed!
¡Danos la sed de Dios!

VI. «Todo está consumado»
De Tu parte, ¡sí¡
De nuestra parte,
nos falta aún ese largo día a día
de cada historia humana,
de toda la Humana Historia.
El Padre te dio un Cuerpo de servicio
y Tú has rendido el ciento, el infinito.
Todo está consumado,
en el Perdón y en la Gloria.
Todo puede ser Gracia,
en la lucha y en el camino.

VII. «¡Padre, en tus manos entrego mi Espíritu!»
Gloria de su Gloria, Dios de Dios,
de siempre igual a El,
Tú has venido del Padre.
Y ahora al Padre vuelves
desde nosotros, igual a nosotros,
Dios y Hombre para siempre.
En el seno del Espíritu
el Padre te acoge, Hijo Bienamado,
Amén de su Amor ya satisfecho.
La Muerte ha sucumbido en tu Muerte
como un fantasma inútil, para siempre.
Y en tus Manos reposan nuestras vidas,
vencedoras de la muerte, a su hora.
En tu Paz descansa esperanzada
nuestra agitada paz.
Descansa en Paz, por fin,
en la Paz del Padre, eterna,
Tú que eres ¡nuestra Paz!

Pedro Casáldiga

1 comentario:

Catalina Martínez dijo...

Sólo Cristo es la ofrenda digna para la remisión de nuestros pecados. Como dice la Liturgia de Hoy: ¡Bendito pecado,que nos dio tal Redentor!.